viernes, marzo 25

Había olvidado las cosas simples...


Había olvidado las cosas simples
como decir hola y sonreír
mirar a través de las vidrieras
y buscar golondrinas de verano,
tomar los parques de la mano
y vestirme de muselina blanca
así transparente como el aire.
Había olvidado el olor
de la mañana,
el chocolate y su espuma
del cielo de colores
y ese empezar el día
con alas y canciones.
Vuelvo a sentir la tentación
de mirar a los hombres
descubrir que tienen pasos largos
una barba con sueños,
que pueden inventarnos palabras
como arrullos
y ser una luz placentera entre los poros.
Vuelvo a encontrar esa dulce pereza
de entretener el ocio con gaviotas,
un castillo que trepe hasta mi alma
y ese violín detenido en una nota larga,
vibrante, elástica, como una piel enamorada.
Quiero el agua del grifo,
verla correr, dejar que dance su humedad en mis manos,
el olor del jabón y esa espuma que hace globitos
y me tienta a imaginar planetas transparentes
con hombrecitos pequeñas
de orejas largas y pupilas moradas.
La noche es una cama con almidón de sueños
y un amor vertical que me acompaña.

De Beatriz Zuluaga.

jueves, marzo 24

Si preguntan por mí...



Si preguntan por mí...
diles que salí a cobrar la vieja deuda

que no pude esperar que a la vida

se le diera la gana de llegar a mi puerta.
Diles que salí definitivamente
a dar la cara
sin pinturas
y sin trajes el cuerpo.
Si preguntan por mí...

diles que apagué el fuego,

dejé la olla limpia y desnuda la cama,

me cansé de esperar la esperanza

y fui a buscarla.

Diles que no me llamen...

Quité el disco que entretenía en boleros

el beso y el abrazo
la copa estrellé contra el espejo
porque necesitaba convertir
el vino en sangre
ya que jamás se dio el milagro

de convertirse el agua en vino.

Si preguntan por mí...

diles que salí a cobrar la deuda

que tenían conmigo el amor,

el fuego, el pan, la sábana y el vino,
que eché llave a la puerta
y no regreso.
¡Definitivamente diles que me mudé de casa!


De Beatriz Zuluaga

Esta nostalgia


Este sueño que vivo,
esta nostalgia con nombre y apellido,

este huracán encerrado tambaleando mis huesos,
lamentando su paso por mi sangre...
No puedo abandonar el tiempo y sus rincones,
el valle de mis días está lleno de sombras innombrables,
voy a la soledad como alma en pena,

desacatada de todas las razones,

heroína de batallas perdidas,
de cántaros sin agua.

Me hundo en el cuerpo,
me desangro en las venas,

me bato contra el viento,

contra la piel que untada está a la mía.

Qué haré con mi castillo de fantasmas,

las estrellas fugaces que me cercan
mientras el sol deslumbra

y no puedo mirar más que su disco

-redondo y amarillo-
la estela de su oro lamiéndome las manos,

surcándome las noches,
desviviéndome,
haciéndome desastres...

Me entregaré a los huracanes

para pasar de lejos por esa luz ardiendo.

Estoy muriéndome de frío.



De Gioconda Belli

domingo, marzo 13

Sobre un mármol


Tantos recuerdos juntos en el viento,
tantos jardines juntos que recuerdan
sin nadie nadie ya que los recuerde,
tantas fuentes con ángeles, sirenas,
tritones o cupidos o pescados,
tanto mar en el sueño hecho de mármol,
tantas flores de caña ya perdidas
detrás de las mareas de los ríos
y un “moriré o no moriré muy pronto”
que dicen deshojadas margaritas
en lugar de "me quiere" o "no me quiere".


De Silvina Ocampo

Quiero morir si de mi vida no hallo..


Quiero morir si de mi vida no hallo
la meta del misterio que me guía,
quiero morir, volverme ciega y fría
como la planta que fulmina el rayo.

Si lo que ansío decir es lo que callo,
y si he de aborrecer lo que quería
sin asco y sin vergüenza hasta este día,
si todo lo que intento es mero ensayo,

será porque he vivido de mentiras.
Por no morir quiero morir. El viento
que suena entre los muros con sus liras

o el hibisco bermejo, o el fragmento
de la luna, siempre algo, hasta mi queja,
me deslumbra y me deja más perpleja.
De Silvina Ocampo.

Envejecer


Envejecer también es cruzar un mar de humillaciones cada día;
es mirar a la víctima de lejos, con una perspectiva
que en lugar de disminuir los detalles los agranda.
Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida.
Envejecer transforma a una víctima en victimario.

Siempre pensé que las edades son todas crueles,
y que se compensan o tendrían que compensarse
las unas con las otras. ¿De qué me sirvió pensar de este modo?
Espero una revelación. ¿Por qué será que un árbol
embellece envejeciendo? Y un hombre espera redimirse
sólo con los despojos de la juventud.

Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios,
una suerte de acrobacia que es un peligro para el corazón.
Todo disfraz repugna al que lo lleva. La vejez
es un disfraz con aditamentos inútiles.
Si los viejos parecen disfrazados, los niños también.
Esas edades carecen de naturalidad. Nadie acepta
ser viejo porque nadie sabe serlo,
como un árbol o como una piedra preciosa.

Soñaba con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas.
No quería ser joven, porque perdía el tiempo en amar solamente.
Ahora pierdo más tiempo que nunca en amar,
porque todo lo que hago lo hago doblemente.
El tiempo transcurrido nos arrincona; nos parece
que lo que quedó atrás tiene más realidad
para reducir el presente a un interesante precipicio.
De Silvina Ocampo.


domingo, marzo 6

Resucitado recuerdo


Hoy resucitó un dolor maldito.

Te vi cruzando la calle,
tranquilo,
sin prisa.
Apenas nos separó el aliento,
busqué tu mirada.
Casi probé tus caricias.

Volteaste el rostro,
ella se acercó suavemente,
tejió sus dedos entre tus manos
y una sonrisa en común brilló.

Retrocedí nerviosa.
Mi mente voló a otra fecha:
la misma calle,
la misma hora...
Tu, yo. Ella al acecho.

Alucinaron mis ojos,
recordé cuando eras buitre volando
en círculos de aurora tras mi negra cabellera.
Volví a sentir el fuego de tu sable
y tu boca hurgando en mi boca.

El llanto reventó en mi cara,
congeló mi sangre.
Se entumieron mis manos...
Tu, ella. Yo en el olvido.

Me di la vuelta,
caminé con prisa.
vomité tu nombre en la siguiente esquina.



De Lina Zerón.

La casa...


Llegó el momento de partir
el hogar en dos.
Bien:
comencemos por los rincones donde las arañas
tejieron también su historia.
Hablemos de los muros y sus cuadros.
¿Cuál eliges?
¿El del día de la boda,
el retrato de la niña
o el de vacaciones en verano?
Quiero el antiguo bodegón
para recordar las comidas familiares.

Mira la casa:
permanece ahí de pié
pero sin alma.

¿Con cuál alcoba deseas quedarte?
¿Aquella donde los gemidos
algunas vez fueron música perfecta?
¿O el cuarto azul
donde echó raíces la cuna para siempre?
¿O el jardín
donde todavía se columpian las sonrisas?

Deseo la terraza,
esa roja plataforma de minúsculos ladrillos
donde lluvias y palomas encontraron su refugio,
donde todavía transpiran las estrellas
y no hay sombra que oculte los engaños.

Te regalo los espejos
saturados de susurros, ecos familiares,
desfigurados rostros
que hoy se desangran en reproches.

Pero tienes razón:
tal vez aquí ya nada nos retenga.
A la frontera tal vez llegamos
entre el amor que vacila y las cenizas.

Viéndolo bien,
no puedo partir en dos la casa:
te la regalo toda
con todo y promesas de futuros sublimes.

Como cortinas viejas
te regalo lo que queda:
este cielo sombrío
y este desvencijado viento
que dejaste al cerrar la puerta principal.


De Lina Zerón.

Tormenta...


En los cipreses,
los búhos.
En los pinos,
las lechuzas.
En los álamos,
los grajos.
En las escobas,
Las brujas.
De Gloria Fuentes.

viernes, marzo 4

Yo que moriré vendiendo las joyas


Yo que moriré vendiendo las joyas
que nunca tuve

extiendo esta mano como si blandiera guante de encaje

que no conoció

porque hizo domésticas tareas

con sentido histórico hartazgo y cierta dignidad
yo que moriré
espero limpia y perfumada
y es probable con olor a decencia

no olvidaré el escenario inaugural

donde se encendieron y apagaron las luces

donde creció mi adolescencia
y murió mi juventud.


De Juana Bignozzi.