miércoles, enero 9

El crepúsculo de amatista...

El crepúsculo, de amatista, se torna
     Azul más y más intenso,
El farol llena de un tenue fulgor verde
     Los árboles de la avenida.

El viejo piano interpreta una melodía
     Serena y lenta y jovial;
Ella se encorva sobre las teclas amarillentas,
     E inclina así su cabeza.

Tímidos pensamientos, ojos serios y abiertos
     Y manos que vagan mientras escuchan...
El crepúsculo Se torna azul aún más oscuro
     Con reflejos de amatista. 

De Joyce James.

domingo, enero 6

Delta

Si has creído que este escombro es mi pasado
hurgando en él para vender fragmentos
entérate de que ya hace tiempo me mudé
más hondo al centro de la cuestión

Si crees que puedes agarrarme, piensa otra vez:
mi historia fluye en más de una dirección
un delta que surge del cauce
con sus cinco dedos extendidos .

De Adrienne Rich.

Où picoraient des chouettes

 Cuando desapareces con el día
quisiera visitar la luna negra.
Dicen que allí no hay fábricas de faros,
que no se posa nunca la lechuza
donde nadie plantó un árbol escrito;
que allí nada se arraiga a tu recuerdo.

La noche es el tendero del recuerdo
y vende los cadáveres del día.
Sé que los astros son el resto escrito,
lenguaje morse en una mancha negra,
que ya sólo responde la lechuza
o el eco voluntario de los faros.

Y a veces te pareces a los faros
cuando le compro al velo tu recuerdo;
y a veces eres pluma de lechuza
que trae seca la luz de último día.
Pero cierro los ojos y eres negra:
eres la tinta endeble de un escrito.

Yo te conozco bien porque te he escrito
incluso donde no llegan los faros.
Me supe camuflar, marea negra,
a la velocidad de algún recuerdo
o travestirme luego de ancho día
con la ágil crueldad de la lechuza.

Aunque tú eres la auténtica lechuza
y el eterno reencuentro estaba escrito
desde el primer crepúsculo del día,
desde el primer engaño de los faros:
que en mi ventana dejes en recuerdo
tu sola discordante pluma negra.

También tu inverosímil sombra es negra
y me la das, incólume lechuza,
ciñéndola a esta noche de recuerdo
tan blanco como nunca se hubo escrito.
Y luces para mí tu nuevo día.

Deja que cribe el día en mi alma negra
-de faros picoteos, de lechuza-,
deja que viva escrito en tu recuerdo.

De Esther Gimenez.

viernes, enero 13

Versos al tiempo

El tiempo es un esquivo dromedario
que busca sus oasis en las almas.
Es el dios inflexible y desvelado,
habla un idioma siempre diferente.
Su majestad nos viste de cenizas.
Devora posesiones, embelesos, presencias;
apaga el esplendor de los augurios,
y nos ofrece como frutos secos
a la muerte.

De Serafina Nuñez.

En

En la larga desolación, de que la luna
se tienda sobre mi corazón,
aunque yo no lo quiera,
de que el pez se agarre a mi voz,
sin que yo pueda mover una sola de mis intenciones,
atada para siempre a una mesa,
a la mesa de un cuarto vacío;
en esta larga desolación me permito alguna locura,
de cuando en vez, luna quieta,
que se agarra a mi ventana,
que quiere abrir mi corazón, mi puerta, la llaga
la llaga de luz que se ambiciona;
la agobiante asfixia de entreabrir esa puerta y ver a alguien,
alguien que no soy yo -pero que finge serlo-
atada a una mesa, en un cuarto vacío,
mientras me ponen una inyección para sobrevivir,
mientras la luna se pasea
por el fondo verde de mi corazón
y mientras alguien, alguien que no soy yo,
entreabre esa puerta que da a una habitación,
a un cuarto oscuro, oscuridad que se niega a comprender,
mientras la luna corre por entre la oscuridad de aquel cuarto vacío,
de aquel cuarto, entreabierto, con estantes llenos de luz
-llagas abiertas- que se consuman en un sacrificio
-que no ha sido pedido-, en ese cuarto, donde alguien,
-que no es aquella que no soy yo-, finge dolerse,
de una llaga que no da luz, ni se ambiciona.

De Paloma Palao.