miércoles, septiembre 29

Al final...


Que pocas cosas duelen. Digamos, por ejemplo,
que se puede no amar de repente y no duele.
Duele el amor si pasa hirviendo por las venas.
Duele la soledad, latigazo de hielo.
El desamor no duele. Es visita esperada.
No duele el desencanto. Es tan sólo algo incómodo.
Somos así, mortales irremediablemente,
sin duda acostumbrados a que todo termine.

De Irene Sánchez Carrón.

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